Con la llegada del verano, las altas temperaturas, la mayor exposición solar y los cambios en las rutinas familiares pueden afectar especialmente a los más pequeños. Los bebés, debido a su inmadurez fisiológica, son más vulnerables a los efectos del calor, la deshidratación o la exposición solar excesiva. Por eso, es fundamental conocer cómo protegerlos adecuadamente durante esta época del año y evitar riesgos innecesarios.
1. Hidratación: la clave fundamental
Los bebés no tienen el mismo mecanismo de regulación de la temperatura que los adultos. Además, su percepción de la sed no está completamente desarrollada, por lo que debemos estar especialmente atentos.
En lactantes menores de seis meses que se alimentan exclusivamente con leche materna o fórmula, no es necesario ofrecer agua adicional, salvo que el pediatra lo indique. Sin embargo, es importante aumentar la frecuencia de las tomas para asegurar una hidratación adecuada. En bebés mayores, sí se puede ofrecer agua en pequeñas cantidades de forma regular, sobre todo si hace mucho calor o están más activos.
2. Protección solar adecuada
La piel del bebé es mucho más fina y sensible que la de un adulto, y tiene menos melanina, por lo que es más propensa a sufrir daños por la radiación solar.
Lo ideal es evitar la exposición directa al sol, especialmente entre las 12:00 y las 17:00 horas. Siempre que sea posible, buscar la sombra, utilizar sombrillas o toldos, y vestir al bebé con ropa ligera, transpirable y que cubra brazos y piernas. El uso de gorros con visera también ayuda a proteger la cabeza y el rostro.
En cuanto a los protectores solares, en menores de seis meses no están recomendados. A partir de esa edad, es importante optar por filtros físicos o minerales, que forman una barrera sobre la piel sin ser absorbidos. Aun así, la mejor protección siempre será evitar la exposición directa.
3. Ropa fresca y adecuada
Elige prendas de algodón, lino o tejidos naturales que permitan una buena transpiración. Evita los tejidos sintéticos, que pueden aumentar la sudoración y provocar irritaciones o roces en la piel.
Durante las horas más calurosas del día, conviene mantener al bebé en ambientes frescos, bien ventilados o con aire acondicionado (manteniendo una temperatura entre 22 y 24 grados y evitando que el aire le dé directamente).
4. Cuidado de la piel: menos es más
La piel del bebé en verano puede irritarse con facilidad, sobre todo en zonas de pliegues como cuello, ingles o axilas. Después del baño, es importante secar bien esas zonas para evitar la aparición de rojeces o dermatitis. También se deben evitar los productos cosméticos innecesarios y optar siempre por formulaciones específicas para bebés, con ingredientes suaves y sin perfumes.
Si hay contacto con el agua del mar o piscinas, conviene enjuagar al bebé con agua dulce al terminar el baño para evitar que el cloro o la sal resequen la piel.
5. Precauciones al viajar o salir al exterior
Al salir de casa, es fundamental llevar todo lo necesario para garantizar el confort y la seguridad del bebé: agua, sombrilla, ropa de recambio, pañales, toallitas y un pequeño botiquín con lo imprescindible. Si se viaja en coche, nunca se debe dejar al bebé dentro del vehículo, ni siquiera por unos minutos.
Los paseos a primera hora de la mañana o al atardecer son los momentos ideales para evitar el calor excesivo.
En resumen, el verano puede ser una época maravillosa para disfrutar en familia, pero también requiere una atención especial para proteger la salud de los más pequeños. Siguiendo unas pautas básicas, podemos garantizar su bienestar y evitar sustos innecesarios.
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